martes, 29 de marzo de 2011

Apología de lo fantástico.

"Si los árboles no te dejan ver el bosque, entonces lee fantasía para elevarte sobre las copas".


Os recomiendo la lectura de este artículo de Sergio Mars para entender el porqué de este aforismo.
http://rescepto.wordpress.com/2011/03/28/sucker-punch/





lunes, 21 de marzo de 2011

ebook gratis de Josep Martín Brown

Podéis descargar gratis en los enlaces que detallo a continuación dos novelas y dos relatos cortos en versión .epub para libros electrónicos.  Forman parte de mi obra de ciencia ficción.
Los he adaptado yo mismo con un programita, así que os pido me disculpéis por los errores. Espero que sirva para compensar el gasto que habéis hecho al comprar este nuevo gadget. Disfrutadlo que merece la pena.

Dentro de poco incluiré otro archivo con los minicuentos. La mayor parte de los cuales ya han sido publicados en este blog.






18.262 días.
Relato corto. Una distopía sobre la muerte.


El eslabón perdido.
Relato corto. Una space opera que se integra dentro del universo de los Eternos.


Océanos de estrellas.
Novela corta. Space Opera.


Azul y Luna.
Novela paralela a la anterior. Ambas están vinculadas por el relato "El eslabón perdido".

domingo, 6 de marzo de 2011

La estrella de la última Navidad


Acabo de terminar un relato que hace unos meses os presenté bajo el título "El día de los inocentes". Como todo lo que empieza, cuando llega a su final sufre una transformación en el recorrido. A este relato le ha pasado lo mismo. Espero que lo disfrutéis y me deis vuestra opinión.

Podéis descargar el relato en versión epub para libro  electrónico en:
http://www.megaupload.com/?d=J66PBNGD




LA ESTRELLA DE LA ÚLTIMA NAVIDAD
“Al principio todos creímos que se trataba de un reclamo. De un montaje publicitario al estilo de aquel memorable serial radiofónico de Orson Welles. No en vano, era el día de los Inocentes, la mañana del 28 de diciembre de 2012. Pero el fin del mundo, previsto por los mayas para el viernes de la semana anterior, no había tenido lugar. La gente, tomándose a broma a los agoreros del Apocalipsis, se preocupaba más por los preparativos de la Nochevieja que por el nuevo rumor que corría por las calles de Madrid. Sin embargo, cuando el telediario de las tres abrió con la noticia, aquello dejó de ser un rumor.
Antonio López y Rafael Pacheco, desde el Observatorio Astronómico de Mallorca, habían descubierto un nuevo NEO usando el veterano telescopio Schmidt-Cassegrain. Pero este nuevo Near Earth Object resultó diferente a todos los observados anteriormente. La Unión Astronómica Internacional les acababa de atribuir el hallazgo, pero el tono de voz del presentador del telediario no transmitía la alegría y el orgullo que cabía esperarse. Irónicamente, había sido realizado la noche del 21 de diciembre. La noche que, según el calendario maya, tenía que destruirse el universo.
Mi trabajo me obligó a asistir a la primera reunión informativa entre el Gobierno y la agencia espacial americana. La NASA realizó un exhaustivo seguimiento del NEO 2012 DO3 y los resultados dejaron en estado de shock a aquellos que comprendimos sus repercusiones.
Aquella reunión fue un burdo regateo…
Cuarenta y dos años. Ese es el plazo. Después el planeta será esterilizado por NEO 2012. Nada podrá detener a ese planetoide primigenio. El próximo gran impacto que la vieja Tierra recibirá cambiará por completo su fisonomía. La Luna se formó de la misma manera tres mil millones de años atrás como resultado de los escombros arrancados por un choque aún mayor. A nuestro planeta le espera un nuevo comienzo, pero muy poco de lo viejo va a sobrevivir y el hombre no estará entre las especies afortunadas. En realidad, y según los enviados de la NASA, apenas un puñado de bacterias situadas a miles de metros de profundidad lo harán, pues la corteza terrestre se fundirá tras el impacto.
Cuarenta y dos años de espera serán demasiados para una humanidad aterrorizada. El 21 de diciembre de 2054 va a ser el último día de la historia. Cualquier rastro de la presencia del hombre sobre el planeta desaparecerá bajo la lluvia de roca fundida que cubrirá su superficie.
La NASA también llegó a la Moncloa con el proyecto de colonización más ambicioso que puede concebirse. Todos los esfuerzos de la especie humana tendrán que encaminarse a partir de ahora a la consecución del proyecto de colonización de Marte. El nuevo hogar del hombre va a ser dividido en parcelas y las naciones que aspiren a su compra tendrán que estar dispuestas a afrontar enormes sacrificios.
Aceptamos, ¡claro que aceptamos! En ese momento ni la presidenta ni yo éramos conscientes de la dimensión de la propuesta. Ni tampoco del coste social del proyecto. Dentro de cuarenta y dos años solo quinientos españoles podrán subir a las naves que los llevarán a Marte. Y mi hijo no estará entre ellos, ya que para entonces superará el límite de edad. Demasiado mayor para embarcarse y demasiado joven para aceptar la muerte.
Lo que acabo de hacer no va a ser comprendido hasta que se acerque la hora final y la desesperación de la humanidad se transforme en un aullido. Sonia, la única mujer que he amado, yace muerta a mis pies con nuestro pequeño Carlos dentro de su vientre. Ahora soy un asesino de niños, pero dentro de poco vuestros propios hijos os reprocharán el haberlos traído al mundo. Tal vez entonces entendáis mi desesperación, pues no hay futuro para nuestros seres queridos”.
Carlos leyó por enésima vez la carta de suicidio escrita por su padre muchos años atrás. Cuando se descerrajó un tiro en la sien no sabía que a su mujer todavía le quedaba un hilo de vida y que el hijo que esperaban aún tenía una oportunidad de sobrevivir. Carlos fue criado en Valencia por sus abuelos maternos. Cuando cumplió dieciocho años y antes de entrar en la Universidad Politécnica tuvo una reunión muy especial con ellos, donde le hablaron de su padre. Esa fue la primera vez que leyó la macabra nota de despedida. Habían pasado veinticuatro años desde aquella revelación y la carta parecía un papiro viejo y arruinado. El papel conservaba la memoria de las lágrimas que había vertido en cada lectura. Esta vez tampoco pudo contenerse.
Estaba viviendo el último verano de su vida, porque la Navidad de 2054 traería consigo una estrella mortífera. Los suicidios en masa habían comenzado al poco de partir la última nave de colonos. Carlos había trabajado durante muchos años en una refinería cuya producción se destinaba en exclusiva al proyecto espacial. Una vida de duro trabajo para pagar el billete a Marte de un hijo. Todos los compañeros de Carlos habían despedido ya a su único descendiente. El sacrificio de dos generaciones se había completado. La raza humana tenía una oportunidad de supervivencia allá en el planeta rojo. Los que se quedaban a esperar a la estrella de la última navidad habían depositado sus esperanzas en sus hijos. Solo que Carlos nunca tuvo hijos. No después de lo que hizo su padre.
Carlos no podía esperar nada del futuro porque no tenía siquiera una descendencia que conservara su memoria. Pero lo peor de todo es que durante sus cuarenta y un años de vida nunca tuvo un presente. Sin una madre y con un parricida como padre, los abuelos que lo criaron le transmitieron tanto cariño como compasión. Por eso conservaba aún unas ansias de vivir que le hacían perseguir lo imposible.
Alguien que le amó le contó un secreto. Al hacerlo Ana demostró cuánto le importaba, pues revelar algo así podía costarle su billete a Marte y por consiguiente el futuro por el que su familia había luchado. Ana era joven y sana. Pertenecía a esa casta de hijos únicos destinados al gran proyecto de la humanidad. Pero eso no significaba que no pudiera sentirse atraída por un hombre mayor.
Ana estaba agradecida y sentía compasión por todos aquellos hombres y mujeres que debían quedarse en la Tierra. Como todos los privilegiados, se sentía culpable por sobrevivir. ¡Qué menos podía hacer que amar a aquellos héroes! Pero revelar ese secreto… Ana pertenecía a la familia Pacheco. El codescubridor de NEO 2012 era su tío, quien también había renunciado a tener descendencia tras el descubrimiento del planetoide. Rafael Pacheco había revindicado su derecho a vivir y por eso trazó su propio plan de supervivencia.
Las naves para la colonización se ensamblaron en órbita baja. Todos sus componentes fueron lanzados al espacio y allí se construyeron las nuevas arcas de la humanidad. Y aunque la última nave con colonos había partido, eso no significaba que el proyecto se hubiera detenido. De los trópicos seguían despegando regularmente naves de carga cuyo destino era la órbita de Marte.
Al principio con destino al Planeta Rojo no solo se lanzaba agua y oxígeno. Existían bienes cuyo valor simbólico superaba con creces su mera utilidad. Cosas que no podían encontrarse en Marte y que difícilmente volverían a verse en muchos siglos. El arte no podía ni comerse ni beberse, pero sin él la humanidad carecería de pasado.
Rafael Pacheco se había comprometido a rescatar una selección de la obra pictórica de Salvador Dalí. La Generalitat había financiado el proyecto, pues a última hora en el centro espacial de la Guayana solo admitían cargamentos vitales. Así pues, desde septiembre de 2053 a julio de 2054 se construyó en tiempo record el primer cosmódromo de factura exclusivamente catalana. Todo en él era desechable, pues había sido diseñado para un único lanzamiento. La carga, sin embargo, sería tratada con mimo.
El plan de Rafael Pacheco era ingenioso. Los cuadros irían protegidos en la sección presurizada de la nave de carga, enrollados en unos contenedores aislados que los protegerían del frío extremo. Las pinturas, esa era la orden, no debían congelarse. Demasiadas molestias para una obra tan discutible. Aquellos lienzos iban a viajar más cómodos y seguros que los mismos colonos. Entonces, por qué no…
Rafael Pacheco le confesó a su sobrina que en aquella nave no iba a viajar el legado de Salvador Dalí, sino él mismo. Su vida debería valer más que aquellas pinturas. Desgraciadamente su sobrina no compartía esta valoración. Para Ana Pacheco la vida de Carlos era más importante que la de su tío.
Carlos esperaba pacientemente a que su víctima finalizase el trabajo. La lectura de la carta de suicidio de su padre le acompañaba, ayudándole a soportar la tensa espera. Carlos hacía acopio de valor. Rafael Pacheco llevaba meses preparando aquello. Toda una proeza para alguien tan anciano. A Carlos no le iba a resultar nada fácil acabar con la vida de un inocente. Nada mejor que el ejemplo de su propio padre para relativizar el crimen que estaba a punto de cometer.
Rafael Pacheco, mientras tanto, se afanaba en poner a punto su pequeña cápsula de supervivencia. A sus pies yacía, medio desenrollado, El gran masturbador, con el resto de las pinturas tiradas por el suelo de la plataforma. El viejo astrónomo despejó el cilindro que contenía los cuadros de Dalí, dejando dentro el espacio suficiente para una persona. Cargaba con una pesada mochila que era incapaz de alzar por encima de sus hombros, así que tuvo que vaciar su contenido dentro del contenedor presurizado.
Carlos observaba esta escena por encima, encaramado en lo más alto del andamio. A la mañana siguiente acoplarían la cofia al cohete y si no hacía algo para impedirlo Rafael Pacheco se largaría delante de sus narices. Si quería sobrevivir, necesitaba superar sus escrúpulos. Rafael Pacheco era viejo y parecía enfermo y debilitado por el esfuerzo. Es una crueldad dejar que haga todo el trabajo para luego quitárselo, pensó Carlos. Descendió con cuidado, pues las escaleras no llegaban hasta donde él se había subido, y a pesar del ruido que hizo, el viejo no se percató de su presencia hasta el final.
-Es un viaje muy largo para un anciano –dijo Carlos mientras recogía del suelo una bolsa de agua-. ¿Merece la pena el esfuerzo, teniendo en cuenta el poco tiempo que le queda?
-¿Quién es usted? –respondió Pacheco sobresaltado- ¿Qué hace aquí?
-Lo mismo que tú. Intento vivir.
Carlos observó el rostro del anciano. No transmitía miedo, sino frustración. Intentó alcanzar una gran llave inglesa pero él se lo impidió, empujándolo. Rafael Pacheco cayó al suelo del hangar desde una altura de seis metros, más que suficiente teniendo en cuenta su avanzada edad. Carlos contempló la escena horrorizado. El viejo tenía los ojos abiertos, aparentemente muerto o inconsciente.
Intentó olvidar lo que había hecho y terminó de cargar en el contenedor todo lo que el anciano había traído. No parecía gran cosa para un viaje hasta Marte, pero Carlos no tenía otra opción que confiar en el plan de Pacheco. Se disponía comprobar si el contenedor era confortable cuando se dio cuenta del estropicio a su alrededor. No solo los cuadros de Dalí desentonaban, sino que el cuerpo de Rafael Pacheco al pie del andamio alertaría sin duda al equipo de carga.
Metió los cuadros en una bolsa, doblados y estrujados de mala manera. Cargó con ella a sus espaldas y bajó las escaleras del andamio. El cuerpo de Pacheco seguía allí, boca arriba, mirándolo con los ojos abiertos. Lo agarró por la muñeca y lo arrastró hasta un rincón del hangar.
Cuando lo oyó gemir se dio cuenta de que no estaba muerto.
-¿Para qué vivir, viejo? –le preguntó Carlos al viejo astrónomo- ¿Por qué te resistes tanto?
-Para… contemplar… maravillas, ¿te parece poco, asesino? –le contestó Pacheco con un hilo de voz.
Carlos no tenía estómago para seguir con aquella conversación. Tal vez fuera un asesino, pero no disfrutaba con ello. La muerte del viejo no era necesaria, pero Carlos sabía que sería inevitable. Cubrió a su víctima y a los cuadros con restos de cableado y formó una pequeña montaña de basura de material eléctrico. El peso asfixiaría sin duda al viejo y ocultaría su cadáver el tiempo necesario.
El equipo que había preparado Rafael Pacheco incluía un nutrido suministro de sedantes, así como una unidad de soporte vital básico totalmente automatizada. En consecuencia, Carlos pasó la mayor parte del tiempo durmiendo. Cuando lo despertaron fue incapaz de responder a las preguntas que le hicieron.
-¿Quién es usted? –le preguntó una mujer madura vestida con un traje de presión- ¿Qué hace aquí?
-¿Ya he llegado a la órbita de Marte? –dijo Carlos entre balbuceos- ¿Ya ha caído la estrella?
-¿La estrella? –le preguntó la mujer- ¿Se refiere usted a NEO 2012, la estrella de la Navidad?
Carlos asintió mientras dejaba que le desabrochase las tiras de velcro que lo sujetaban a la pared del contenedor. La mujer no pudo reprimir una carcajada y respondió.
-Creo que estás muy perdido, polizón. Y trágicamente equivocado. No has llegado a Marte.
-Dónde… ¿Dónde estoy?
-¡El el lugar más privilegiado del universo y con los humanos más afortunados de la Tierra! Muchacho, bienvenido a la superficie de NEO 2012. Me llamo Anna Kutsenko, médico jefe de la misión rusa “Impacto”.
Carlos había llegado al último lugar donde deseaba estar. Sobre la superficie de la estrella de la Navidad. Con unos locos que se habían ofrecido voluntarios para registrar, desde la misma superficie del planetoide, el fin de la vieja Tierra.


miércoles, 2 de marzo de 2011

Planetas Prohibidos, revista de ciencia ficción


No quiero dejar pasar un día tan importante como hoy sin mencionar un nuevo proyecto de reciente aparición. Como su portada deja entrever, es una revista dedicada a la ciencia ficción. Su soporte es digital y se lee perfectamente en un libro electrónico -en el flamante libro electrónico que me han regalado para celebrar que hoy soy un año más viejo-.

Planetas Prohibidos es un merecido homenaje a un género que no pasa por sus mejores momentos. Podéis descargaros la revista, lista para su lectura, en el blog del proyecto: http://planetasprohibidos.blogspot.com/ o si, como en mi caso, no sois muy habilidosos, de la web http://tienda.cyberdark.net/planetas-prohibidos-1-ebook-n39944.html donde podéis aprovechar para descargar muchas otras cosas gratis y legales para vuestro gadget.

Aceptan colaboraciones, así que no os limitéis a darle a la rueda del ratón, ¡leed sus artículos!. Me gustaría destacar dos de ellos especialmente. Uno dedicado a Blade Runner, mientras que el que le sigue hace un repaso de todas las películas que recogen algún aspecto del clásico. El primero es muy revelador, mientras que el segundo es digno de los cuatro muleros -no por la canción popular, claro-.

Dedican el número a un autor que tiene mucho que decir: J. E. Álamo. Incluyen una entrevista y un relato, así como una reseña de su última obra, Penitencia.http://tienda.cyberdark.net/penitencia-n36133.html

Y para acabar -porque la revista tiene casi 100 páginas, tenemos los relatos y el cómic. En esta sección participo con mi relatico "La edad ingrávida". Un cuento que aún no he escrito pero que ya he publicado -cosas de los viajes en el tiempo y sus paradojas-. En él incluyo un broma final aprovechando que dentro de 64 años, cuando escriba esa carta a mi hijo, será mi cumpleaños número 100.

Aún no me creo que vaya a llegar a esa edad con todos los huesos en su sitio.