martes, 20 de octubre de 2009

La cigarra y la hormiga

El siguiente cuento es frtuo del impulso de los colegas del foro tierra de leyendas, de sedice.
http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&t=38782

El reto era escribir un relato inspirado en un cuento clásico.
A mí me ha salido esto:


LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Kokio - Josep Martin Brown

El primer encuentro de un ser humano con una civilización extraterrestre se pierde en la memoria de los tiempos, mucho antes de la Edad Oscura. De los cuentos y leyendas surgidos a partir de este primer contacto pueden extraerse un puñado de verdades. Como por ejemplo que los cicaDos eran unos seres despreocupados y hedonistas. Que estaban llenos de alegría y de amor por la vida y que creían en el Destino.

Se han vertido sobre esta extinta raza tantas mentiras, que no podemos fiarnos de los testimonios de sus verdugos. Ni la Enciclopedia Galáctica, ni las recién recuperadas Crónicas de la Guerra de CicaDia hacen justicia a la verdad. Desde el comité de edición de esta recopilación de Cuentos de la Edad Oscura, queremos destacar la relevancia del relato del Capitán Sam Maniego. Suyo es el primer cuento espacial. Y aunque abundan los críticos que afirmarán que este relato es apócrifo, no se nos ocurre mejor manera de empezar esta compilación que con un extracto de las crónicas del primer encuentro extraterrestre.


Los Viajes de Capitán Sam Maniego.
Cap. 2.8.9
De los cicaDos y los forMidas: de cómo los primeros fueron mutilados por los segundos y el destino que les aguardaba a los ingratos forMidas.

¡Qué felices eran los cicaDos en su planeta natal! El sol brillaba alimentando con su luz a las colonias de algas que vivían en las membranas de sus alas. El futuro no les preocupaba, pues mientras su estrella siguiera brillando en el cielo, ningún cicaDo podría morir de hambre. Se pasaban el día cantando canciones y componiendo aforismos sin el más mínimo sentido. La existencia era sencilla y no cabía entre ellos ninguna competencia. Si alguna vez la evolución ha dado lugar a un diseño perfecto, ese era sin duda el exoesqueleto fotosintético de los cicaDos. Durante millones de años fueron la única especie inteligente de su planeta natal. Hasta que aparecieron los forMidas.

El invierno de la alegre existencia de los cicaDos llegó con estos laboriosos y diminutos seres. Durante eones habían corrido entre sus patas recolectando sus excrementos para almacenarlos en las colmenas subterráneas. Una vez allí, las forMidas granjeras lo utilizaban como nutriente para sus cultivos de hongos, de los que se alimentaba todo el forMidero. Vivir a la sombra de las alas verdes de los cicaDos permitió a los forMidas llevar una vida próspera, pues ningún depredador osaba interrumpir el hermoso canto de los gigantes alados. Y mientras la vida extática de los cicaDos continuaba sin apenas cambios -pues estos no eran necesarios-, los forMidas se fueron volviendo cada vez más grandes y más sofisticados. Aumentó su tamaño y también lo hizo su inteligencia. Se volvieron cada vez más disciplinados y activos, hasta el punto que se convencieron de que todo el poder residía en la voluntad.

El primer cicaDo que fue víctima de la voluntad de las forMidas acabó descuartizado, con sus alas convertidas en granjas de algas al aire libre. Las ambiciosas forMidas habían descubierto una nueva fuente de alimento. Poco a poco, de los forMideros fueron surgiendo círculos concéntricos de alas cercenadas. Allí donde se alzaban, desaparecían los rebaños de cicaDos cantores. En la cúspide de su prosperidad, los forMideros y las granjas de algas cubrieron casi toda la superficie del planeta llevando a los cicaDos al borde de la extinción. Sólo unos pocos sobrevivían a duras penas en las tierras emergidas de las ciénagas, donde el suelo era demasiado fangoso para las galerías de los forMidas.

Y entonces, cuando parecía que el intelecto y la voluntad de poder había derrotado al maravilloso diseño de los cicaDos, el Destino, quizá para darle la razón a algunos de sus aforismos, se alió con los gigantes alados. Las granjas subterráneas de los forMideros, sin el suministro constante de excremento de cicaDo, comenzaron a arruinarse. Solo las granjas de algas al aire libre separaban a los forMidas de una terrible hambruna. Los círculos concéntricos de alas de cicaDo fueron sustituidos por sofisticados cultivos en cuadro. Parecía que los forMidas iban a superar otra dura prueba con la sola ayuda de su ingenio y su voluntad. Pero entonces llegaron los depredadores. Y los cicaDos ya no estaban allí para protegerlos con su canto.

Miles de años después los rebaños de cicaDos volvieron a colonizar las tierras altas. De los forMideros solo quedaban ya los túmulos. Y de los forMidas unos pocos aforismos que narraban su destino y que le fueron transmitidos a este viajero…



Capitán Sam Maniego.
De los Viajes de Capitán Sam Maniego.