martes, 8 de noviembre de 2011

¿Por qué sigo escribiendo?

La pregunta es tan innecesaria como pertinente, pues acabo de escribir el capítulo sexto de los Cuentos del Coleccionista y me he quedado en la página 101.
Me siento satisfecho pero también aliviado. Cuando comienzo un proyecto -esta será mi cuarta novela- siempre lo termino. Y darlo por finalizado es precisamente el momento más triste. Pero eso no puede hacerme olvidar que en algunos momentos he perdido la fe en lo que estaba haciendo.
Este no es el caso. Los Cuentos del Coleccionista no es una novela más. Por primera vez escribir se ha convertido en un fin en si mismo. En una especie de terapia.
Nada de lo que hago durante el día me parece real. Tal vez esta impresión sea debida a algún tipo de depresión que no acaba de emerger. Sin embargo esta enajenación de lo cotidiano que últimamente padezco tiene su contrapartida. Los personajes de Los Cuentos del Coleccionistas son los más reales que he escrito nunca. Continuar con su historia me produce un placer trascendental. Como consecuencia de ello el acto de escribir se ha convertido en una forma de vida -que no en un medio de vida-. Es mucho más de lo que esperaba recibir cuando empecé con esto. Aunque reconozco que aún no he aprendido a conformarme solo con ello.