jueves, 26 de marzo de 2009

Una relación homeopática

Desde hace años mantengo una relación homeopática con mi madre. Esto es, en lugar de seguir las prescripciones del médico de familia ingiero cantidades infinitesimales de su amor materno. Con el resto el clan, en cambio, hago lo que la mayoría de los hombres hacen con su cuerpo, símplemente lo ignoro. La homeopatía es una patraña, pero como técnica paliativa de traumas infantiles es insustituible. A mi madre la veo una vez al mes y a pesar de todo -o mejor dicho, a causa de todo- cada vez que lo hago vuelvo a mi casa con dolor de estómago.

He visitado a muchos especialista. El primero cuando apenas era un adolescente, en compañía de mi madre, claro está. No recuerdo haber estado tan enfermo como entonces. Parecía gastritis, pero el estómago me dolía como si tuviera una maldita úlcera sangrante. Cuando tenía 18 años tomaba ya tantos antiácidos que pensaba que a los 30 tendría que alimentarme a base de batidos dietéticos.

Todo cambio cuando un año después salí huyendo del nido para no volver. Curiosamente no fue enfrentarme al problema lo que acabó con mi enfermedad. Si le hubiera hecho caso al médico ahora estaría pudriéndome entre el rencor y la envidia, como le pasa al otro. La solución llego sola con la distancia y el aislamiento: la homeopatía.

La familia es un veneno con el que nacemos y que corroe nuestra autoestima en la forma de complejo de culpabilidad. Empiezas sintiéndote un mal hijo y acabas creyéndote mala persona. No hay cura para esta enfermedad. Como dije anteriormente, sólo podemos ignorar sus efectos.

Soy muy bueno ignorando el dolor. Me han pegado tantas veces que creo que casi disfruto con el subidón de adrenalina. Pero hay dolores sordos que nunca se curan y con mi madre y mi estómago se establece una curiosa relación de causa-efecto. Ya puedes reconciliarte con el mundo. Ya puedes gastarte miles de euros en terapia... Pero la herida abierta que deja en el alma de un niño la convicción de que su madre no le quiere es una enfermedad crónica imposible de tratar. La medicina tradicional no me vale y la única solución que he encontrado hasta el momento consiste en alejarme del patógeno.

Soy como los senderistas alérgicos al polen que se enfrentan al primer brote de primavera.

2 comentarios:

  1. O también puedes crearte una coraza y que no te afecte nada, que te resbale todo eso y vivir tu propia vida al margen de lo que hagan/piensen los demás...
    ;)

    ResponderEliminar
  2. O para sentirse como se sienten otros, puede fumarte si quieres 4 porros -o 5 o 6 o hasta que el día cierre, como diría ese popular conjunto melódico de Extremadura.

    ResponderEliminar